Tuesday, March 19, 2013

JUAN PABLO II, EN SU VISITA A LA SANTA SÍNDONE


(TURÍN, 24 DE MAYO DE 1998)

Lo que cuenta sobre todo para el creyente es que la Sábana Santa es un espejo del Evangelio. De hecho, si se reflexiona sobre el sagrado lienzo, no se puede olvidar que la imagen que se encuentra presente en él tiene una relación tan profunda con lo que narran los cuatro Evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús que cada hombre sensible se siente interiormente tocado y conmovido al contemplarla. Quien se acerca a ella es consciente también de que la Sábana Santa no sólo impresiona el corazón de la gente, sino que hace referencia a Aquel a cuyo servicio la ha puesto la Providencia amorosa del Padre. Por lo tanto, es justo alimentar la conciencia de la preciosidad de esta imagen, que todos ven y que nadie puede explicar por ahora. Para toda persona profunda es motivo de hondas reflexiones que pueden llegar a implicar la vida.

La Sábana Santa constituye de este modo un signo verdaderamente singular que hace referencia a Jesús, la Palabra verdadera del Padre, e invita a modelar la propia existencia según la de Aquel que se dio a sí mismo por nosotros.

La imagen del cuerpo martirizado del Crucificado, al testimoniar la tremenda capacidad del hombre para causar dolor y muerte a sus semejantes, se presenta como un icono del sufrimiento del inocente de todos los tiempos: de las innumerables tragedias que han marcado la historia pasada y de los dramas que continúan consumándose en el mundo.

....En el sufrimiento inconmensurable que documenta, el amor de Aquel que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito (Jn 3,16) se hace casi palpable y manifiesta sus sorprendentes dimensiones. Ante ella, los creyentes no pueden dejar de exclamar y con plena verdad: «¡Señor, no me podías amar más!», y darse cuenta inmediatamente de que el responsable de este sufrimiento es el pecado: los pecados de cada ser humano.

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